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La delgada línea de la vereda

Publicado: 2010-05-14

Lima parece haber sido siempre una ciudad de veredas estrechas, pero en estos días se han reducido, en la práctica, a la mitad de angostas.

Entre las nuevas construcciones que avanzan más allá de su terreno, el famoso retiro municipal (¿ algún arquitecto podría explicar en qué consiste, y para qué sirve, más allá de los poco creíbles argumentos de forma?), los kioskos, carretillas, talleres de carros y los mismos c arros estacionados en forma diagonal, además del nuevo estilo de construcción de veredas en declive que coloca al peatón en ángulos de 45 grados, las aceras casi son invisibles, y hasta parece, mal vistas.

Los peatones mismos son mal vistos, sobretodo en áreas y distritos que, diríase, no les corresponden ( una noción activamente contrabandeada por los alcaldes actuales y los futuros). Son testigos las rejas que cierran las calles, guachimanes de marrón que soplan un pito arbitrario al oído del pasante, los serenos que sospechan de todo lo que hay, los vecinos que miran detrás de más rejas que acaban en puntas y cables electrificados, y las empresas de seguridad que tuvieron la genial idea de venderles esta situación.

Una posibilidad que parece haber desaparecido es la de estacionar los carros paralelamente a la vereda. En algunas avenidas de tránsito muy intenso, la fila de carros daba cierta protección al peatón, incluso porque automóvil no choca automóvil con la facilidad que arremete contra los de a pie. Hoy, las avenidas están diseñadas para desplazamiento de alta velocidad, ¡al interior de la ciudad! Incluso han inventado unos cruces de calles en donde los carros doblan en curvas paralelas y los peatones deben retroceder una cuadra para poder llegar al frente sin ser amedrentados o directamente atropellados.

Muchas pistas son ahora más altas que las veredas: la delgada línea de la vereda es proporcional a la delgada línea que representa, paradójicamente, la ciudadanía en la ciudad. Los carros, cuyo ideal estético y ético es la camioneta 4 x 4 de vidrios negros de impunidad, cuadran sobre la vereda entre portón y pista, no pocas veces cuando el peatón, niño o anciana, está justamente caminando por la novísima playa de estacionamiento. Gente en silla de ruedas debe a menudo bajara la pista para seguir avanzando.

Propongo que se regrese al sistema de estacionamiento paralelo a la vereda, pues protege al peatón, y que se generalice a todas las avenidas. Se supone que el brevete de conductor asume esa habilidad, ¿o no? Propongo ensanchar las veredas (¡ no tanto como para que muchachones, taxistas y serenazgo en camioneta las use como pistas laterales copiando las películas de acción y arremetiendo contra peatones, que deberían esquivarlos en graciosa coreografía!) Hay que revisar el retiro municipal y tener la posibilidad de la puerta a la calle, que hace “las arterias” fantasmales, meramente utilitarias o de paso, y más bien las devuelve al vecino y al, por ahora, citadino que aspira a ciudadanía.


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